Dos calles polarizadas por dos reclamos que no podían convivir

20 de agosto de 2009 | | | |

La llovizna intermitente le daba más dramatismo a la tarde. Los alrededores del Palacio de Justicia albergaban los contrastes. De un lado, en Lavalle, se encontraban los familiares de las víctimas de la tragedia de “Cromañón”. Del otro lado, en la Plaza General Lavalle, los fanáticos de la banda.

Lavalle fue un santuario. Se había levantado un mural con recortes de diarios que informaban sobre la tragedia, más abajo: velas. Banderas y zapatillas colgadas por todos lados y familiares que portaban fotos de los fallecidos. El ambiente se volvía aun más tenso cuando comenzaban los cánticos que pedían en forma unánime por la condena de “Ibarra (Aníbal), Kirchner (Nestor) y Chabán (Omar)”.

A una cuadra, en la Plaza General Lavalle, también había velas y flores. Pero el clima era distinto. Se pedía cárcel para Omar Chabán, pero principalmente que no culpen a “Callejeros”. Uno por uno llegaban más chicos: adolescentes que se juntaban en una plaza a tocar a la guitarra, tomar cerveza y fumar marihuana; todo en nombre del rock.

“Estoy acá para apoyar a Callejeros, no tienen nada que ver. Yo represento bandas y los pibes no tienen mucho acceso a lugares y Callejeros tenía Cromañón, no tenía nada mejor” aseguró uno de los chicos que se encontraba en la plaza. En Lavalle una madre desalmada resumió el pedido: “Tendrían que poner presos a todos los complices que recibieron coimas para que el lugar funcione y también a Callejeros, ojala que exista un Dios, si es que existe, para dar la justicia necesaria para estos chicos y para que no ocurra nunca más”.

En Lavalle la condena a 20 años de Omar Chabán se festejó con exaltación, una que expresaba el más profundo desahogo. Sin embargo el clima cambió en segundos. Los dos años dictados a un funcionario comenzaron a desatar la ira en unos, las lágrimas en otros. Hasta que escucharon lo que no querían escuchar: todos los integrantes de la banda quedaron absueltos. La furia colmó lo que había sido un santuario. Las vallas comenzaron a volar y algunos vidrios a estallar.

En la Plaza parecía que se gritaba un gol, los fanáticos se abrazaban. En Lavalle los policías reprimían con brutalidad el intento de ingreso al Palacio de Justicia, mientras llegaba un camión hidrante que amenazaba con atropellar a los manifestantes, disparando tinta azul para identificar a los "subversivos". Un final polarizado, tal como había comenzado. Aun así cuando todos reclamaban por justicia, pero cada uno la propia.

Matías Mosquera / Cosas que Pasan!

1 comentarios:

Anónimo dijo...

DA TRISTEZA QUE NOS PELIEMOS POBRES CONTRA POBRES ¿NO? ¿QUE OPINAN USTEDES? MUY BUENA INFORMACIÓN.

ENRIQUE DE DON TORCUATO (ESCRIBI EN LA OTRA PAGINA TAMBIEN)

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